La tecnología de iluminación por inducción electromagnética, conocida por lo general como inducción magnética, no es nueva, sin embargo los últimos avances tecnológicos han permitido un importante desarrollo. Básicamente su construcción es similar a una luminaria fluorescente tradicional, pero en vez de alterar el gas a través de un filamento incandescente, mediante temperatura, el gas se altera con un campo electromagnético. Es decir, no requiere filamentos, que son los elementos que se desgastan en forma prematura.

Sin embargo, este tipo de lámparas también tienen desventajas frente a la iluminación LED. Principalmente porque los LEDs no crean campos magnéticos altos como la tecnología de inducción magnética. Las lámparas LED no emiten radiación infrarroja ni ultravioleta.

La lámpara de inducción magnética tiene un nivel de radiación UV (0,4%) de rayos infrarrojos (0,2%). que pueden resultar perjudicial para la salud. Esto se debe a que el choque de gas argón con las moléculas controladas de mercurio en estado gaseoso, transforma la energía en radiación ultravioleta.

La radiación no ionizante que es la que se produce en forma de luz, ondas de radio, microondas y radar. Este tipo de radiación por lo general no produce daño a los tejidos, pero en exposición muy prolongada estos índices de radiación UV pueden producir problemas a la vista y daños en la piel ante exposiciones prolongadas o demasiado cercanas a la fuente. Además, acelera la degradación de compuestos orgánicos, deteriorando alimentos, etc. El riesgo de cáncer depende de la dosis y comienza a acumularse incluso si las dosis son muy bajas. No existe un “umbral mínimo”.

Por eso, los LED tienen una gran ventaja sobre este tipo de lámparas. Al  no crear campo electromagnéticos a su alrededor no tienen posibilidad de radiación y en consecuencia, carecen de tal riesgo para la salud.